La automatización preocupa – o debería preocuparnos
– y mucho, a las marcas, a nuestros gobernantes, a la sociedad y a sus
ciudadanos. Nos enfrentamos a un periodo de grandes cambios políticos,
económicos y sociales, a delegar multitud de tareas que hasta ahora asumíamos
como propias, y que en ningún caso hubiéramos imaginado pudiera llevar a cabo
una máquina.
Los fabricantes de coches son los primeros
implicados en la transición hacia esta nueva era, que según todos los analistas
será corta, pero transformará por completo nuestras vidas. Cada vez habrá menos
operarios en las fábricas, y esos no serán los únicos trabajos que estarán
dominados por robots. Nuestros coches, incluso, serán capaces de funcionar sin
intervención humana. Y un dato interesante. Según Porsche, tres de
cada cuatro alemanes encuestados dejarían que un robot les operase, en lugar de
un cirujano humano y cualificado. ¿Pero qué interés tiene Porsche en conocer la
aceptación que podría tener en los alemanes la robotización en el ámbito
sanitario?
Porsche no solo hace deportivos, y muy buenos, por
cierto. En los años noventa, Porsche atravesó una de las etapas más complicadas
de su historia. La salvación de Porsche llegó revisando sus métodos,
adquiriendo nuevas ideas, optimizando. Por sorprendente que pueda resultarte,
en aquellos años Toyota y sus métodos de producción y logística ayudaron a
Porsche a ser la empresa que es hoy, una de las marcas más rentables de la
industria del automóvil.
En aquellos años nacería también Porsche Consulting,
una empresa de consultoría que guiaría a Porsche en ese proceso y que hoy en
día, incluso, tiene más trabajo asesorando a otras empresas que a la propia
Porsche.
Si las marcas de coches han de preocuparse por la
automatización en los próximos años, tenía sentido que fuera Porsche Consulting
quien se encargara de estudiar hasta qué punto nosotros, clientes y
potenciales clientes, asumiremos esa automatización.
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