Victoria Giarrizzo
Economista del
Movimiento por los Valores, el Bienestar y el Desarrollo Argentino
¿Y si en vez de generar
bolsones de desempleo resulta que el avance de la robotización mejora la
motivación laboral e impulsa la creación de trabajos más saludables y
atractivos?
Desde que en 1995 el estadounidense Jeremy Rifkin
publicó el libro El fin de trabajo, la tecnología se convirtió en el cuco del
empleo. Economistas, sociólogos,
políticos vienen vaticinando un futuro de destrucción de empleos en manos de la
tecnología, con bolsones de desocupados en todo el mundo.
Es cierto que si en una fábrica que utiliza 200
obreros se incorpora una máquina que requiere solo diez, 190 sobran. Sin embargo, en el mundo se están dando dos realidades que
hacen que esa situación sea más positiva que negativa.
La primera es el avance del síndrome de
aburrimiento, un problema que la robotización puede resolver. Los jóvenes se resisten a tareas rutinarias como muchas de
las que desempeñan en una fábrica, en un comercio u oficina. Oficios como
soldador, torneros, oficinistas, cajero, chofer, van perdiendo atractivo, y si
un robot los puede reemplazar: ¿por qué no?
Hay al menos dos indicadores de ese aburrimiento. Uno
es el crecimiento del ausentismo laboral. Se siente en la industria, en el
Estado, en las oficinas. Los industriales pymes dicen que se convirtió en uno
de sus principales problemas. En la Argentina, según el Ministerio de Trabajo,
el 17% de los empleados privados se ausentan al menos un día al mes, y en la industria
y la construcción casi el 20%.
La explicación de las empresas es la falta de
responsabilidad, compromiso, y ganas de trabajar de los jóvenes. Para los
especialistas, el problema es el aburrimiento. Philippe Rothlin y Peter Werder,
dos expertos en comportamiento empresario, acuñaron el término boreout para ese
fenómeno, cuando encontraron que el 15% de los oficinistas se aburre en su
trabajo por la sensación de perder tiempo en cosas que no les interesan. En un
mundo donde se pasa más tiempo activo en el trabajo que en el hogar, hoy la
gente busca que empleo y satisfacción vayan juntos. Y la robotización llega
justo, reemplazando al fotocopiador, al empaquetador, y múltiples actividades
de rutina que menos jóvenes quieren hacer.
El segundo indicador de aburrimiento ocurre en
muchas escuelas técnicas, donde los adolescentes se aburren en los talleres de
oficios tradicionales. La queja de los docentes es la distracción con los
celulares. Es que mientras los chicos crecen con la tecnología en el bolsillo,
muchas escuelas técnicas siguen sin incorporar los procesos de robotización en
el aprendizaje. Una madre de un barrio muy precario reflexionaba ingenuamente
sobre su nieto de un año que usa las aplicaciones del celular diciendo: “es que
los chicos vienen más inteligentes desde la panza”. Y con su marido e hijos
trabajando en la construcción, su preocupación es en qué trabajará ese niño a
quien observa con otras habilidades.
Nuevos destinos
Claro, la pregunta: ¿qué hacemos con los
empleos que desplaza la tecnología? Esa es la segunda realidad positiva:
así como la tecnología destruye empleos rutinarios, se crean un sinfín de
trabajos más interesantes, en diseño tecnológico, programación, innovación, o
culturales. Hay empresas que contratan creativos, diseñadores, ingenieros o
sociólogos industriales, solo para pensar. Otras que incorporan expertos en
gusto o en calidad.
Una encuesta del Movimiento por los Valores, el
Bienestar y el Desarrollo Argentino, encontró datos ilustrativos para
Argentina: a un tercio de la gente su trabajo actual le resta bienestar,
el 72% desearía cambiar de empleo, un 36,6% se considera sobrecapacitado para
lo que hace y el 57,9% cree tener habilidades que no pudo desarrollar,
principalmente artísticas, deportivas, emprendedurismo o diseño, todos ámbitos
donde están surgiendo nuevos empleos. Las actividades culturales y el turismo,
por ejemplo, crecen porque la gente encuentra trabajo y goce allí, y la
población demanda más de esos sectores. Lo que está claro es que mientras antes
los jóvenes pensaban en un estudio con salida laboral, hoy piensan en estudiar
algo donde trabajar les genere bienestar.
Se puede culpar a la tecnología del desempleo y a
los jóvenes del ausentismo. Pero lo que se está dando es un modelo de
producción donde el trabajo se convierte en algo más saludable en la vida
de las personas. Siempre se dijo que el trabajo dignifica, pero en la sociedad
moderna lo que dignifica es que el empleo interese y satisfaga.
Las máquinas van a reemplazar muchos oficios, sí,
pero eso sucede desde la primera revolución industrial, y siempre se fueron
creando infinidades de empleos nuevos. La diferencia ahora es que todo ocurre
más rápido. Lo que se necesita, entonces, son expertos que piensen velozmente
cómo interpretar los intereses de cada generación, visionarios que anticipen
cómo formar a los jóvenes para los empleos del futuro, un sistema educativo con
currículas flexibles y rápidas de modificar, y no temer a la demanda de empleos
más calificados porque los chicos ya vienen con habilidades tecnológicas
superiores. Como se ve, los visionarios y planificadores serán otras dos
especialidades nuevas, generadas por una tecnología que se presenta como el
verdugo del empleo, pero que podría ser su dignificación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario